La iniciativa

Contexto

Vivimos en una sociedad globalizada, cada vez más multicultural, en la que los movimientos migratorios contribuyen a la mezcla de distintos pueblos y a que sus diversas culturas convivan y conformen unas identidades mixtas. ¿Cómo se puede hacer de ese cosmopolitismo una riqueza, un factor de desarrollo en lugar de una fuente de tensiones y repliegue sobre sí mismos? En este contexto, el desafío de hacer ciudad depende de las condiciones que sepamos crear para impulsar un diálogo intercultural, de cómo seamos capaces de acoger a los representantes de las culturas extranjeras y compaginar diversidad y construcción de puntos de referencia comunes.

Europa debe enfrentarse a una paradoja: la necesidad de recibir migrantes para garantizar su influencia a escala mundial y la dramatización del fenómeno migratorio en el discurso político, acentuado por la actualidad desde 2015 y corroborado por la militarización de sus fronteras. La valoración de la migración como motor de desarrollo humano y riqueza es un reto fundamental que pasa por tener en cuenta al otro —su distinción y su diferencia—, conocer la historia de los movimientos migratorios, apreciar la diversidad de las trayectorias migratorias y reconocer el lugar de las personas con una historia de migración en nuestra sociedad europea.

La construcción europea se ve amenazada por la gran incertidumbre respecto al desarrollo económico y por el ascenso de los populismos. Frente a esto, ¿qué formas de cooperación multilateral podemos idear para consolidar la cohesión del espacio europeo y reconstruir la solidaridad? ¿Cómo podemos replantear la cooperación interregional y crear nuevas sinergias apoyándonos en las redes territoriales existentes?

Frente a la crisis económica, Europa se ha propuesto el objetivo de inventar nuevas estrategias para fomentar un crecimiento inteligente. La inteligencia colectiva, que requiere adquirir conocimientos entre todos y compartirlos, es un recurso esencial para generar nuevos valores para la Europa de mañana. La capacidad para crear a partir de esa confluencia, para experimentar nuevos modos de gestión y colaboración y para poner en marcha comunidades creativas forma parte de los recursos necesarios.

La actualidad sigue ratificando la existencia, tanto nacional como internacionalmente, de una crisis de confianza en las élites políticas cuya consecuencia es el auge de los movimientos extremistas, incompatibles con los valores europeos. ¿Cómo se puede recuperar la confianza en los políticos por parte de los ciudadanos para que vuelvan a implicarse en los grandes retos futuros y reactivar el sistema democrático? ¿Qué actuaciones participativas se pueden emprender para impulsar el reconocimiento de la diversidad de los ciudadanos en los ámbitos local y europeo?